COSAS DEL MATE
El mate siempre fue símbolo de afecto y hospitalidad. Quien ofrece un buen matecito calentito esta invitado a una charla amistosa. ¡está ofreciendo amistad!, claro que sí. Bueno, pero mejor, entre mate y agua, les cuento de donde proviene esta antigua costumbre “matera”.
Nuestros primeros habitantes, los indios guaraníes, conocían y disfrutaban el mate.
Lo preparaban en una “calabacita” que llamaban “matí” y , para beberlo, usaban un tubito de caña, que llamaban “tacuapí”. Con el tiempo, en un extremo de la tacuapí agregaron una bolita hueca, hecha con fibras vegetales entretejidas. Esta base impedía que pasaran los trocitos de yerba. Después llegaría la bombilla de metal.
En la época colonial, mateaban en el campo y en la ciudad. En el campo, los gauchos tomaban el mate amargo; algunos lo fabricaban con un cuerno de buey.
El agua se calentaba en el caldero, un recipiente de boca ancha, parecido a una cacerola; que, la verdad, no resultaba nada practico para la cebada…¡Más de un gaucho se quemó la mano cebando mate con el caldero!
Afortunadamente, de Inglaterra nos llego un recipiente con pico, al que los criollos llamamos pava, porque su forma nos resultaba parecida a ese animal, la pava.
Así fue que con ese invento inglés, los materos salimos ganando y cada vez fuimos mas.
En los distinguidos salones de la ciudad colonial, durante las tertulias, también se tomaban ricos mates.
Las damas los preferían dulces; amargos, los caballeros.
Y el tiempo pasó…y la costumbre de matear no se perdió.
Para los argentinos, uruguayos y paraguayos ¡la bebida nacional!
¡NOS VAMOS P´AL CAMPO!
Las personas mas apegadas a las tradiciones y costumbres que heredaron de sus abuelos son las que con frecuencia prefieran vivir apartadas de las grandes ciudades: en los barrios, en el campo en el campo y en los pueblos del interior, en las provincias.
Allí donde se mantienen más en contacto con la naturaleza, el tiempo les alcanza para las largas charlas, el canto y el baile familiar, la relación con el vecino y la preparación de comidas dulces muy elaboradas.
Para ellos, recordar el pasado no significa ser antiguo, sino que es respetar sus orígenes, sus raíces.
Por eso rescatan cosas del ayer y las disfrutan hoy.
RECORDANDO NUESTRO PASADO
Los gauchos en la época colonial, habitaban los alrededores de las ciudades, donde empezaba la pampa.
Eran excelentes jinetes.
Siempre a caballo, sin más abrigo que su poncho, el gaucho iba libremente por las enormes extensiones de nuestro campo.
Amaba la libertad y vagaba sin rumbo fijo.
Vivía de lo que la naturaleza le ofrecía y, de tanto, paraba en las estancias para pedir trabajo. Si lo contrataban, allí permanecía un tiempo. Cuando el patrón ya lo necesitaba, juntaba sus pocas cosas, ensillaba su caballo y se iba hacia donde lo llevara la suerte.
EL GAUCHO, “SEÑOR” DE LOS CAMPOS
El gaucho se vestía con una blusa corta llamada corralera; pañuelo al cuello, que a veces usaba en la cabeza, debajo del sombrero o a modo de vincha, y chiripa o bombachas largas.
En la cintura lucia una colorida faja tejida y, en los días de fiesta, un cinturón ancho de cuero, adornado con monedas de plata, llamado rastra. En los días de frío se abrigaba con el poncho.
Trabajaba en las rudas labores del campo: llevaba los caballos y las vacas de un lado a otro, hasta hallar pastitos tiernos para que se alimentaran; marcaba la hacienda, para ello enlazaba las patas delanteras de un animal hasta derribarlo; y domaba potros.
Todos los gauchos fueros hábiles rastreadores: sabían distinguir las huellas de algún animal o seguir el rastro de algún delincuente. Eran hombres sencillos, valientes y sacrificados.
No tenían instrucción, pero eran muy conocedores de la naturaleza.
¡FIESTA DE LA TRADICIÓN!
Muchos poetas y escritores la han cantado al gaucho y lo mencionan en sus libros.
Uno de los más importantes es el poema gauchesco “Martín Fierro”(1872).
Lo escribió José Hernández, un argentino que, conocía muy bien a nuestro gaucho, supo transmitir como ningún otro las costumbres, los sentimientos y las penurias del hombre del campo.
El libro tuvo gran éxito entre la paisanada: en los fogones y en las pulperías siempre había alguien que lo recitaba.
Martín Fierro expresa su amor a la tierra, a la naturaleza, a la libertad y a la amistad, y se rebela contra la injusticia.
Estos sentimientos, que le pertenecían al gaucho, muchos los conservan todavía como parte de una tradición que heredaron de sus abuelos.
Por eso, también siguen montando a caballo y reviven, en las fiestas, las antiguas habilidades y costumbres gauchescas, como por ejemplo, la doma de potros o la carrera de sortijas.
Así, los más jóvenes conocen cosas del ayer, y la tradición criolla no se pierde…
¡La tradición vive!
AYER LOS GAUCHOS… HOY NOSOTROS
Los gauchos se reunían, casi siempre al final de cada jornada de trabajo, para disfrutar del placer de estar juntos.
Así saboreaban una rica comida, como asado, locro, empanadas, puchero o algún guisito criollo. El vino, el mate y los pastelitos o las tortas fritas… ¡eran infaltables!
A veces concurrían a la pulpería, un negocio en el que se vendían bebidas y provisiones, y donde los gauchos se divertían. Allí guitarreaban, jugaban a la taba, a los naipes, al truco.
Intercambiaban opiniones y noticias, escuchaban algún poema gaucho o una payada: una improvisación en verso sobre cualquier tema que ideaban uno o más cantores.
Paso el tiempo y, sin embargo, muchas de seseas costumbres gauchescas se conservan en la actualidad. Claro, es un modo de sentirnos más hermanos entre todos los argentinos y también decirle… ¡SÍ A LA TRADICIÓN!
RIMAS Y POESÍAS
NUESTRO GAUCHO
El gaucho no sólo fue
buen jinete, domador,
rastreador, cantor, baqueano,
pialador y enlazador.
Fue mucho más todavía.
Era pobre, hospitalario,
de corazón generoso
y de gesto solidario.
Amaba la libertad,
y tan fuerte la sintió,
que jamás a ningún otro
su libertad le quitó.
Su gloria fue vivir libre
"como pájaro en el cielo"
sentimiento que albergamos
los que somos de este suelo.
CANTA GUITARRA
Un mate, la pava,
la yerba, el fogón,
un gaucho, la china
es la tradición.
Canta la guitarra
con pura emoción
con luna de plata
junto al corazón.
EL GAUCHO
En el medio de la pampa,
según lo cuenta la gente,
vivía don Martín Fierro,
que era un gaucho muy valiente.
Al caminar por el pueblo
con negras botas lustrosas
tintineaban las espuelas
y suspiraban las mozas.
Ahora escucho la guitarra
y late mi corazón,
recordando a Martín Fierro,
el gaucho de mi nación.
IMÁGENES DE LA VIDA EN EL CAMPO